Relato corto
EL BEBEDOR
DE AGUA
En: CUENTOS PARA TOLEDO
[...] Juan Roge
había tenido tiempo para meditar y para preparar su declaración ante los
Inquisidores. En aquella estrecha celda del primer piso, aislado del mundo
exterior, pudo repasar, aunque fuera someramente, su enrevesada vida. Hijo de
padres protestantes quedó huérfano muy temprano. Vino a Castilla, siendo ya
adolescente, acompañando a unos tíos suyos que huían de tanto desastre y del
agotamiento producido por la guerra de los Treinta Años. Malvivió con ellos
hasta que ya no pudieron mantenerle, teniendo que buscarse la vida desde
entonces en mil y un oficios. Escapó de las levas de soldados porque en
realidad su persona no existía, pues no figuraba su nombre en padrón alguno.
Frecuentó todos los antros de los bajos fondos sevillanos ―sin inmiscuirse
mucho con la carda―, y pudo conocer de cada casa lo malo y lo peor: rufianes,
jaques, jayanes, pícaros arredomados y una larga cofradía de gariteros; los
unos yesca para galeras, los otros pajuelas para la horca y todos juntos tea
para el infierno. Pero sobre todo, empezó a sentir curiosidad por los tahúres y
embaucadores, los jugadores que trastocan los naipes y cargan los dados, los
adalices soplones, la astucia de los ganchos y ventajistas, el ingenio de los
burladores. De ellos aprendió la astucia sutil, el engaño con requiebros, y
todo tipo de fullerías, disimulos, embustes, trampas y artimañas. Después pasó
a ser ayudante de un capigorra, aquellos que, con hábito de hombre estudioso,
se hacen pasar por astrólogo o físico para timar a los incautos. Y fue en esa
época de donde sacó suficientes fundamentos para montar su propia función, con
la que llevaba recorriendo los reinos de Castilla desde hacía ya casi siete
años embaucando a necios e ingenuos. Y nunca había tenido problemas con ella,
ni por el norte ni por el sur; y mira por dónde, ha tenido que ser en Toledo
donde topara se con la iglesia. ¡Si ya se lo presentía él! Y en cuanto a la
religión, sólo había tenido contacto con cristianos viejos, aunque, bien es
verdad, practicante, lo que se dice practicante, no practicaba ningún credo, ni
creía en nada que no viesen sus ojos. Aún así, sabía recitar las oraciones
católicas de manera autómata y conocía bien sus ritos. Y es que, a base de
golpes y desengaños, había sabido mimetizarse con el entorno para poder
subsistir sin ser molestado… hasta ahora
ISBN 978-84-613-6958-4
CDU 821.134.2-32"19" (082.2)
CDU 913(460.285) (0:82)
Publicación [Carbonero el Mayor, Segovia]: Cylea, imp. 2009.
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